María la Judía, la Hebrea, o Miriam la Profetiza, fue la primera mujer reconocida como inventora y alquimista. Vivió en una fecha incierta entre los siglos I y II. De su vida privada no se conservan datos y todas sus obras se perdieron, tras el incendio de la famosa biblioteca de Alejandría, en el año 273.
Su memoria fue recuperada, por varios personajes a lo largo de la historia; Zósimo (químico de la escuela Alejandrina) logró recuperar fragmentos de teorías y descubrimientos atribuidos a María. Él incorporó estas enseñanzas en sus escritos.
Sin embargo, a lo largo de los años, muchas confusiones nacieron entorno a María; Jorge Sincelo (cronista bizantino) le otorgó una posición privilegiada en la Grecia clásica (siglos V-IV a. C) pensando que ella era la profesora de matemática de Demócrito. También se creía que María era la hermana de Moisés y Aarón, convirtiéndola así, en un antiguo mito abrahámico.
A ella se le atribuyen obras como el "Diálogo de María y Aros", escrito en formato de conversación donde ella le transmite sus conocimientos al filósofo. En este texto se aplica el "Opus Magnum" (el camino de la alquimia para crear la piedra filosofal).
Dos de sus inventos más famosos son; El tribikos, que sirve para el proceso químico de la destilación, creado en su momento para obtener agua de azufre y el kerotakis, un aparato de sublimación por reflujo que empleaba en los los metales básicos (a excepción del oro) antes reducidos a partículas. De esta última creación deriva el famoso "Baño María".
La historia de María nos demuestra, una vez más, la necesidad de reivindicar e investigar los orígenes de las mujeres. Ella sobrevivió a lo largo de los siglos, gracias a grandes inventores que la usaron como guía e inspiración, pero muchas otras mujeres no corrieron la misma suerte, siendo silenciadas por la historia de la humanidad.
Zoe Kamala Recchia Chaves - Frente de Mujeres Juventud Peronista
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